La orientadora familiar muestra a los padres el camino para que los más pequeños crezcan con una actitud positiva
Como orientadora familiar, Geli Santa María modera cursos dirigidos a padres que buscan apoyo en la tarea educativa de sus hijos, acorde a cada edad. Maestra de primaria y madre de siete hijos, Geli compagina su trabajo, dentro y fuera de casa, con una continua formación. En esta entrevista, analiza la felicidad como algo que se puede aprender y enseñar.
-¿Qué es la felicidad?
-La felicidad es el estado de bienestar que invade la persona que se siente bien consigo misma, con los demás y con el mundo que le rodea.
-¿Y qué entendemos por bienestar?
-Depende… A mi me impresiona una foto en la que aparecen unos niños de África, calzados con zapatos hechos con botellas de agua de plástico y su balón inventado e improvisado, sonriendo a la cámara. Meditémoslo: tal vez deberíamos disfrutar más con lo que tenemos, independientemente de si es mucho o poco.
-¿Hay niños infelices?
-Sí, por supuesto. Y cada vez más, porque no les permitimos serlo. Para ser feliz hay que aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Como esos niños africanos. Y esto se está perdiendo.
-¿Qué diferencias aparentes hay entre un niño feliz y otro infeliz?
-Se ve en su mirada, su expresión, sus palabras, su gestualidad. Todo comunica. La felicidad es un sentimiento que uno forja en el día a día.
-¡Los niños deberían reír siempre!
-Los niños deberían aprender a reír cuando toca, a llorar cuando estén tristes, a enfadarse cuando algo les molesta, a saber canalizar sus sentimientos… Todo en su justa medida. Pero auque la risa es solo una expresión más de la felicidad, es cierto que la sonrisa dice mucho del estado anímico del niño.
-¿Hay que enseñarles a expresar sus sentimientos?
-Sí. Y es muy sencillo, pero el problema es que muchos adultos no lo han aprendido nunca, como tampoco están contentos con lo que tienen, algo que también es básico enseñar. Los niños deben aprender a valorar todo lo que les rodea: unos padres, abuelos y hermanos que les quieren, el plato de comida de cada día, la casa en la que viven… Y si la situación se complica, valorar lo poco que tienen.
-¿De los adultos depende la felicidad de los niños?
-Es nuestra responsabilidad enseñarles a ser felices con lo que tienen. Si los niños perciben un ambiente relajado, sin quejas, ni reproches, disfrutarán mucho más y encontrarán su bienestar tanto en lo material como en lo que les ha tocado vivir (familia, ambiente, etc)
-¿En qué medida afecta el entorno afectivo?
-Es importantísimo. Si un niño de carácter más bien negativo, con tendencia al pesimismo, percibe y recibe amor a su alrededor, escucha frases positivas, se siente besado, acariciado y abrazado, y que forma parte de un ambiente con una buena dosis de humor, poco a poco, como por ósmosis, cambiará su percepción de las cosas.
-Padres sonrientes educan hijos sonrientes…
-¡Por supuesto! Conlleva una actitud positiva hacia la vida que no tardarán en aprender. Pero el educar no implica que el niño crezca como una desearía. Si nos obsesionamos por el orden, por ejemplo, podemos generar el efecto contrario. Por otro lado, el hombre nace predispuesto a ser feliz. Así que si satisfacemos las necesidades básicas de un bebé, tendremos un niño feliz
-Muchos padres llevan mal que sus hijos se aburran. ¿Cuándo la felicidad se convierte en una obsesión?
-A los niños les transmitimos la vida frenética que llevamos, exigiéndoles en muchos aspectos resultados inmediatos, que impiden un desarrollo normal de su imaginación. Los juegos del iPad, el móvil y las videoconsolas, por ejemplo, tienen un efecto de satisfacción o frustración inmediato, que no ayuda a gestionar estos sentimientos de manera adecuada.
-Es necesario poner límites
-Los límites nos ayudan a crecer como personas. Cuando educamos, queremos lo mejor para nuestros hijos y poner orden en su vida. Si no pusiéramos límites, estaríamos potenciando futuros tiranos y personas frustradas. La vida está repleta de noes: no llegues tarde, no te cueles en la fila, no pases cuando está rojo. Y de los más simples y cotidianos, que ayudan a la convivencia, a los más personales, que exigen paciencia, serenidad y autocontrol: no puedes estudiar la carrera que querías, no encuentras trabajo, no puedes salir con la chica que te gusta, etc.
-¿Cuándo pueden coaccionar la libertad?
-Los límites ayudan a dominar los instintos, ordenar los deseos para favorecer lo que más nos conviene, a pensar en los demás… Cuando somos nosotros quienes decidimos, y no los instintos, somos más libres. Para no ser esclavos de nuestros gustos, apetencias e instintos, el alma o espíritu debe ordenar los sentimientos, y no al revés.
-¿Debemos dejar que los niños se enfrenten a sus problemas o por el contrario tenemos que intentar resolvérselos?
-Depende de la edad y del problema. Aunque es aconsejable fomentar que resuelvan sus problemas solos, en ocasiones necesitan nuestro consejo y ayuda.
-¿Cuerpos sanos hacen niños felices?
-Yo siempre he creído en la cita latina del poeta Juvenal «mens sana in corpore sano». Somos alma y cuerpo. Una va unida a la otra y se ayudan mutuamente.
-¿Cómo afectan las habilidades en la felicidad de los niños?
-Son una variable importante para la autoestima. Los éxitos ayudan en el crecimiento personal. Pero pienso que, para evitar frustraciones y fomentar la superación, hay que valorar más los esfuerzos que los resultados.
-¿Y el carácter?
Un niño con genio deberá aprender a controlar su impulsividad y a reflexionar más que un niño pacífico. Sin embargo, ningún extremo es bueno.
-Tendemos a poner etiquetas…
-Utilizar eres en lugar de estás, conlleva una carga emocional, que fomenta que en ocasiones el niño tire la toalla: no es lo mismo decirle que es un pesado a que hoy estás pesadito. La primera afirmación supone una puerta cerrada, mientras que la segunda ofrece una ventana abierta.
-¿Cómo podemos potenciar la autoestima?
-Regalando muchas frases halagadoras al niño durante el día y repitiéndole lo mucho que le queremos. Un buen momento es antes de dormir, después de un día duro. No hay nada como ayudarle a sentirse querido y valorado para creerse capaz de todo.
-¿Qué valores definen a un niño feliz?
-La generosidad, la solidaridad, el pensar en el otro, el optimismo, el buen humor. Saber reírse de uno mismo, implica humildad, otra virtud que ayuda en la formación del carácter.